viernes, 23 de enero de 2009

¿En qué consiste la verdadera naturaleza del trabajo del actor?


¿Es el actor un intérprete de los designios del director? ¿Un traductor – en términos físicos y espaciales - de las imágenes y conceptos del dramaturgo?
¿O por el contrario, puede un actor crear en absoluta soledad, de forma independiente y autónoma?
… “el teatro que precede al drama, y que es el único teatro que cuenta, no era y no es un edificio; es el sonido de la voz, la expresión de la cara, los movimientos del cuerpo, de la persona, es decir del actor”…Gordon Craig.
A la luz de estas preguntas, las palabras de Gordon Craig se nos aparecen de forma paradójica. Lo que aquel director controvertido, que había fantaseado con reemplazar a los actores por marionetas, planteaba no era más que la autonomía del trabajo del actor: es ése el teatro que precede al drama y a cualquier edificio teatral. Es la arquitectura en movimiento, en la que el actor vive su propia autonomía: un teatro construido sin piedras ni ladrillos. Un lenguaje hecho de signos y de impulsos, capaz de confrontarse y entablar un diálogo fértil con los otros lenguajes que conforman el hecho escénico. Aparece entonces una de las corrientes subterráneas más fluidas y escabrosas en la historia del teatro: la idea del actor como un artista creativo, en oposición a la idea del actor como un intérprete de otros discursos.
Proponemos una serie de pequeños abordajes al universo de cada actor. Una intromisión en los pequeños impulsos. Un puñado de pequeños encuentros que –a través de su diversidad y sus contradicciones- se propongan como espacios lúdicos de exploración.
La vértebra principal del trabajo está erigida en torno a los principios planteados por la Antropología Teatral, ese estudio del comportamiento escénico pre-expresivo que se encuentra en la base de los diferentes géneros. Un viaje de descubrimiento hacia los íntimos mecanismos que ponen en funcionamiento el estar en escena creativamente de cada actor.
“La profesión del actor se inicia en general con la asimilación de un bagaje técnico que se personaliza. El conocimiento de los principios que gobiernan el bios escénico permite algo más: aprender a aprender. Esto es de enorme importancia para quienes eligen superar los límites de una técnica especializada o para los que se ven obligados a hacerlo. En realidad aprender a aprender es esencial para todos. Es la condición para dominar el propio saber técnico, y no ser dominados por él” Eugenio Barba.
Reflexionando acerca de estas palabras del director italiano, entendemos que lo importante, a la hora de contribuir a la formación de actores, no es transmitir una serie de ejercicios que hayan probado su efectividad, sino utilizar estos ejercicios como puentes hacia la comprensión de los principios sobre los que fueron construidos.
Conseguir que los actores se apropien no sólo de la estructura-ejercicio sino que sean capaces de diseccionar el mecanismo que hace a la efectividad del mismo.
Contribuir a que cada actor posea las herramientas para construir por sí mismo los ejercicios que necesita para su entrenamiento personal.
Valeria Folini

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